La maldita esperanza de encontrarlos

El Colectivo 82 homenajea a Edilbrando Joya Gómez y a Hernando Ospina rincón en el 40 aniversario de su detención y desaparición forzada
Ago 02 de 2022

Melchor Villalba

Periodista y estudiante del Master en Máster en Investigación sobre Medios de Comunicación, Audiencias y Práctica Profesional en Europa de la Universidad de Málaga

@melchorvl10

El pasado viernes 29 de julio, el aulario hermanos Sanjuán de la Facultad de Educación de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas de Bogotá -nombre que homenajea a dos de los detenidos y desaparecidos forzadamente en el año 1982- acogía el quinto homenaje que el Colectivo 82 viene realizando durante todo este año con motivo del 40 aniversario de la detención y desaparición forzada de trece jóvenes colombianos. Hasta allí se dirigieron miembros de diferentes colectivos de DD.HH., entre ellos el Colectivo Sociojurídico Orlando Fals Borda, junto con el equipo de voluntarios de la Universidad de Málaga.

Los protagonistas de la jornada y en torno a quienes giraba la conmemoración eran Edilbrando Joya Gómez, desaparecido el 13 de septiembre de 1982 y Hernando Ospina Rincón, desaparecido dos días antes.

Cuando todo el mundo tenía colocada una pegatina de la flor "siempre viva" en su pecho, a eso de las 3 p.m., Marta Ospina, hija de Hernando Ospina, uno de los trece desaparecidos, cogía el micrófono y pronunciaba unas palabras de presentación y bienvenida, así como un breve recuerdo a los desaparecidos en el 82, mientras una pantalla en el fondo proyectaba un vídeo homenaje. “Respirando”. Esta canción, entonada por un dueto de guitarra y voz, daba paso oficialmente a un acto que no dejó indiferente a nadie y donde la emoción, las lágrimas y las ganas de la no repetición permanecieron vivas durante su transcurso.

Llegó el momento de conocer quienes fueron Joya Gómez y Ospina Rincón, qué les pasó, cómo fue la última vez con su familia y, lo más importante: ¿dónde están? Para ello, el hermano de Edilbrando, Carlos Joya, comenzaba a explicar ante cerca de un centenar de personas quién era su hermano, el tercero de una familia de cuatro hijos. “Mi hermano era estudiante de Ingeniería Mecánica en la Universidad Nacional, además de buena persona y humilde. Pero, sin duda, lo más reseñable de él era su solidaridad. Solo soñaba con ver a sus hijos crecer”, afirmaba contencioso Carlos Joya. El activismo recorría las venas de Edilbrando. Trabajador de día y estudiante de noche en diferentes labores, “uno no puede entender como un Estado permite que muchachos así hayan desaparecido”.

“La maldita esperanza de encontrarlo”. Y se cortó el aire durante unos segundos

A quién engañas abuelo, yo sé que tú estás llorando.

Ende que taita y que mama, arriba tan descansando.

Nunca me dijiste cómo, tampoco me has dicho cuándo

Pero en el cerro hay dos cruces que te lo están recordando.

La celebración proseguía entre vítores, aplausos y recuerdos con lágrimas en los ojos. Marta Ospina pretendió explicar, por su experiencia vivida en piel propia, cuáles eran los daños socioemocionales en los familiares de las víctimas de detención y desaparición forzada. “La desaparición de una sola persona afecta a todo el conjunto de la sociedad”. Así empezaba narrando cómo recuerda, con todo tipo de detalles, cómo fue el desayuno del 11 de septiembre de 1982 cuando sus hermanos y ella se sentaron junto a su padre al que, sin saberlo, sería su último desayuno. Marta tenía 12 años cuando esta pesadilla comenzó y, después de 40 años, tan solo hace unos meses que dejó de llorar por la desaparición forzada de su padre. “Era difícil entender dónde estaba mi padre. Solo veía a una esposa que salía a las claras del día y que regresaba en la noche intentando buscar una respuesta. Una esposa a la que, además de todo lo sufrido, tildaban de loca por creer que realmente un esposo podía desaparecer así porque sí”, relataba Marta con un nudo en la garganta.

Algo que tienen en común los treces casos recogidos por el Colectivo 82 es la estigmatización a la que se enfrentaron las familias en su proceso de búsqueda. “Por suerte”, unas se encontraron a las otras y empezaron a unir lazos, a contarse sus historias y a emprender una investigación por su cuenta, ajena a los mandos de poder del Estado colombiano. “Los sueños, las pesadillas y el verdadero trauma llegó cuando decidimos ver La Noche de los Lápices. A partir de ese momento nos refugiamos en la soledad, en sentir rabia por el mundo”, comentó Ospina. El film argentino de género dramático-histórico, dirigido por Héctor Olivera y protagonizado por Alejo García Pinto, Vita Escardó, Pablo Novak, Pepe Monje y Leonardo Sbaraglia, recrea el suceso real conocido por el mismo nombre: en septiembre de 1976, durante los primeros meses de la última dictadura militar argentina, siete adolescentes de la ciudad de La Plata fueron secuestrados, torturados y asesinados presuntamente por pedir un boleto estudiantil. “Nos dejaron varias cosas importantes: la familia que somos, porque la desaparición de cada uno del colectivo 82 es nuestra desaparición”, cerraba así Marta Ospina su relato.

“Que nos los devuelvan vivos porque vivos se los llevaron”

La música fue uno de los ingredientes principales de la jornada que se alargó durante más de dos horas y donde se recordaron a las más de 100.000 víctimas de desaparición forzada en Colombia. Un conocido cercano a la familia Ospina invitó a los asistentes a realizar tres respiraciones profundas con conocimiento de causa: una por las víctimas, otra por las familias y los colectivos de derechos humanos y, por último, por los presentes a ese homenaje.

Dos canciones más y terminamos. Las manos se entrelazaron y todos y todas las presentes, a coro, entonábamos Hermano, dame tu mano de Mercedes Sosa, siempre teniendo en mente que “muchas veces, la mejor forma de acompañar es escuchando”. El tema Todavía Cantamos del compositor argentino Víctor Heredia cerró el momento, único para las familias, para los acompañantes y para los asistentes.

Vivos los queremos porque vivos se los llevaron. Por la resistencia. Por la no repetición.

 

Foto: Carolina Cuesta

 

Transmisión en vivo de la jornada de memoria