Réquiem por la ausencia de tumba
Por qué callar si existen tantas palabras para nombrar tanto dolor. Escogeré las más bellas palabras, lo más bello del lenguaje para construir una morada, donde viva la memoria por siempre, para que habiten aquellos que no están, y que vivieron con nosotros arando la tierra vital, surcando ríos y mares, sembrando la vid de la esperanza, cosechando vinos y alegrías, una morada que albergue sus cuerpos sagrados, olvidados y profanados por la ignominia de la locura humana, una morada para que germine el luto y el acto funerario y podamos llorar, nombrar y honrar sus nombres, para que queden en la eternidad de los tiempos y el nombre propio que como un sello indeleble de epitafios, para que sus cuerpos, su alma se inscriban en la memoria de la historia y la cultura.
Es ético exhumar la verdad escondida en las escombreras de la tierra, debemos escarbar, profanar la tierra para encontrar sus huellas y sus huesos enterrados por el horror deshumanizante, encontrar sus cuerpos y revestirlos de poesía y retornarlos al recinto de lo sagrado.
La desaparición forzada es la más brutal herida para el alma, un fracaso de la civilización y una derrota para toda la humanidad, es un día eterno sin noches, ni auroras, ni amaneceres, mientras no aparezca la luna, ni el sol que albergue a vivos, a muertos, todos mis días serán actos de memoria sin pausa, de ritos funerarios para compensar sus ausencias.
Homenaje para todos los familiares de las víctimas de desaparición forzada.
Germán Alfredo Benavidez Ponce